Inmigrantes

 

Si no salvamos a quienes intentan cruzar el mar para llegar a España, morirán. Si no ayudamos a quienes logran llegar, intentarán empezar por sus propios medios, que son muy pocos, y si no lo consiguen así, se verán abocadas a robar para poder sobrevivir, y perpetuaremos de esa manera la desconfianza del mundo pobre hacia el mundo rico por no ayudarles, y del mundo rico al pobre por robarles. 

Si por el contrario les ayudamos, lograríamos dar una oportunidad a gente que huye de las consecuencias de este sistema capitalista que nos beneficia a nosotros (si es que se puede denominar así a trabajar la mayor parte del día para ganar un sueldo que no nos permite ni pagar un lugar donde vivir) y les perjudica a ellos (con extracción de recursos naturales de sus países para nuestro uso, establecimiento de nuestras fábricas de producción contaminantes y productoras de condiciones laborales inhumanas, desestabilizaciones políticas, conflictos y guerras promocionadas por nuestro mundo en sus países, etc). Si eso hiciésemos, estarían agradecidos por tratarles bien, nuestro país comenzaría a molar para mucha gente a la que actualmente su país sólo le parece una herramienta más de opresión del sistema. Veríamos las consecuencias positivas que en la sacrosanta Economía tiene ser un país productor de felicidad ajena, aprenderíamos más de la mezcla de culturas y lograríamos crear una sociedad en paz y con un gobierno al que merecería la pena defender. 

El mejor sistema de seguridad es un Estado que garantice las necesidades básicas a todos. Es que no es tan difícil.

El capitalismo podría ser un sistema justo, peeeeeero...

 

La base política, social y económica del sistema capitalista imperante es el neoliberalismo, al cual todos ya conocemos porque experimentamos cada día sus consecuencias en nuestras propias vidas a través de innumerables frentes, y, más concretamente, el que constituye el apartado que más horas diarias se lleva de nuestras vidas: el trabajo.

Situándonos en la lógica del liberalismo, si este fuese un sistema justo, el sueldo que pagase el empresario y que se estableciese a través de la competencia en el mercado que defiende el capitalismo, debería dar para cubrir todas las necesidades del trabajador: desde la vivienda a la educación, la sanidad, la alimentación y el descanso, entre otros. Pero ocurre que los sueldos que dan los empresarios no dan para cubrir ni de coña esos gastos, así que el Estado tiene que complementar esa parte, a través de ayudas o subvenciones u otros métodos, para que los trabajadores y trabajadoras tengan una vida más o menos digna, y en muchísimas ocasiones sin llegar a atender a todos los que lo necesitan ni en la cantidad necesaria. Esa parte que el empresario no paga y que el Estado es incapaz de cubrir en su totalidad constituye el beneficio del empresario. Si el empresario pagase el sueldo suficiente para cubrir dichas necesidades, sí estaríamos en un sistema perfecto y justo, pero es que, si lo pagasen, no tendrían beneficios. El liberalismo no es más que un continuo trasvase de dinero público a los trabajadores para que los empresarios se puedan ahorrar esa parte de los sueldos que corresponde al trabajador y puedan así obtener los beneficios que luego, a través de los índices macroeconómicos que ellos mismos han creado, les dará la justificación perfecta para asegurar que todo va bien (aunque todos los trabajadores y trabajadoras vayan mal por la extrema dificultad de acceder a una vivienda, a una buena sanidad o educación, a no tener descanso, etc).

La explotación de los trabajadores sostiene la simulación de un sistema eficiente, justo, perfecto, y entendido por la mayoría como el único posible. ¿No podemos pensar en otra forma más justa de organizar esto? ¿No podemos entender que la necesidad de la mayoría está por encima que el beneficio de unos pocos?

Manifiesto para un mundo más justo

  • Dejar de simular que la comodidad de nuestra sociedad no está basada en la injusticia y explotación ajena, humana y planetaria, ya sea lejana o cercana.

  • Eliminación de la propiedad e instauración de la posesión como método de relación con las cosas materiales.

  • Eliminación de la herencia individual e instauración de la herencia social como medio de transmisión de la riqueza al fallecer: con la posesión se dispone del uso de lo que podamos comprar a través de lo generado por el trabajo, hasta que llega la muerte, cuando pasará de nuevo a la sociedad. Es decir, la posesión es lo mismo que la propiedad mientras vivimos. Cuando morimos, nuestras posesiones pasarán a otra persona que lo necesite. Puede ser a un familiar, o, si el familiar está ya bien cubierto, a otra persona. Con la posesión se garantiza que no haya que pagar por la propiedad, es decir, que no tengamos que dedicar la mayor cantidad de nuestro tiempo a trabajar para pagar algo que ya está construido o fabricado, como una casa de la que ya se pagó su construcción. Al igual que cada generación no tiene que pagar por la Plaza de España de Sevilla, que ya fue terminada de construir en 1929, no tendremos que pagar de nuevo por una casa que ya ha sido construida.

  • Alguien podrá decir “¡pero eso es injusto! ¡Los de antes trabajaron duro para pagar sus casas y los de ahora va y se la quedan gratis!”. Los de antes trabajaron (o no, o fueron ayudados por herencias) para pagar sus casas, y también, otros de los de antes trabajaron (y no tuvieron herencia) y no les dio para pagar una casa porque el sistema favorecía la explotación de muchos para el éxito de pocos, con lo que tuvieron que alquilar (e invertir una cantidad brutal de sus sueldos en ese único apartado); y también, otros de los de antes no consiguieron trabajo, así que no sólo no tenían casa sino que no podían alquilar ninguna y vivían en la calle. En el pasado, todos hicieron sus sacrificios, y los sacrificios mayores, de hecho, fueron hechos por quienes menos tenían, ya que su existencia en ese contexto no les permitió desarrollarse como personas.

  • Los avances tecnológicos serán propiedad (posesión) de la sociedad, y no del capital, lo cual llevará a que la plusvalía generada por el trabajo se quede en la sociedad para ser utilizada en los asuntos que requiera la sociedad (ya sean en forma de tiempo, productos o servicios).

  • Eliminación de la vivienda como bien de mercado. Las casas serán para vivir, o como mucho para tener un lugar donde retirarse y olvidarse del mundo. Nadie tendrá derecho a una segunda casa hasta que todo el mundo tenga al menos una primera. Nadie tendrá derecho a una tercera, porque el impacto de vivir en tres sitios distintos es mayor que el derecho de mis cojones a tener tres casas, y además como la especulación con la vivienda habrá finalizado, no hay razón para poseer una tercera casa porque no vas a poder alquilarla. Con la vivienda no se hace dinero: se paga una sola vez lo que cuesta construirla.

  • Como todos tendremos al menos una casa, nadie podrá ser desahuciado.

  • Descongestión de las ciudades: afrontaremos el turismo de una manera completamente distinta. La base del alojamiento serán las pensiones, hostales, hoteles y campings. No habrá pisos turísticos. La base del nuevo concepto turístico es que lo importante son los oriundos. De nada sirve traer turistas a un mercado de vivienda turística que sube los precios de vida en los barrios y obliga a los oriundos a irse a otros lugares, porque eso sólo genera atrezzos que simulan una realidad inexistente, y hemos dicho en el primer punto que vamos a dejar de simular. El turismo no sería tanto un bien de mercado como un bien de intercambio: vas a un lugar y otra persona de ese lugar viene al tuyo. Vas a su casa mientras el otro va a la tuya. Conoces el lugar y a su gente.

  • Revalorización del tiempo: el tiempo será considerado el único patrimonio del ser humano, y por tanto hay que promover todo tipo de facilidades para que ese tiempo permita aprender cuanto más mejor, que sea divertido, sano, y que merezca la pena ser vivido. La diversión rápida y lumínica, estilo fast food, que produce el capitalismo, será eclipsada por un tiempo de aprendizaje más autónomo e intenso. La idea es que vamos a estar poco tiempo vivos, con lo que hay que aprovechar para aprender e irse de aquí con la mayor cantidad de respuestas.

  • En este sentido, habrá un proceso de redistribución del trabajo, que hasta el momento ha sido el apartado que más horas de nuestras vidas se ha llevado. El objetivo de esto es que las personas tengan más posibilidades de realizar el trabajo que les resulte más atractivo. Así, se establecería un periodo de tiempo en el que la gente podría cambiar de puesto a uno que más le gustase. Gente que trabajaba en una actividad que no le gustase trabajaría ahora en otra que le gustase más, y gente que le gustase esa cosa que ahora queda libre trabajaría allí.

  • Los trabajos que no quisiese hacer nadie y/o que fuesen muy duros los haríamos entre todos, en determinadas épocas del año o de nuestra vida, en función de si hay muchos o pocos. Sería como un tiempo que tenemos que dedicar a la sociedad. Así, además, nos serviría para aprender a ponernos en el lugar del otro, al conocer el esfuerzo que requieren trabajos que antes no valorábamos. Se me ocurren la recogida de basuras, trabajos en tuberías de desagües, temas relacionados con limpieza de excrementos ya sea en campo o en ciudad, de humanos o animales, temas relacionados con agricultura y ganadería en los que la gente de ciudad no tiene experiencia ninguna, mataderos de animales para alimentación, etc.

  • Al no existir la herencia y pasar las riquezas de uno sólo a toda la sociedad, habría más riqueza de la sociedad, con lo que habría que trabajar menos para tener buenos servicios. Al no existir la propiedad, cada generación no tendría que trabajar muchísimo para conseguir el dinero para pagar las casas construidas en otras generaciones. No se podría vender una casa ventitresmilveces, con lo que no habrá ventitresmilpersonas que tengan que pagar de nuevo algo que sólo se construyó una vez, y por tanto no habrá ventitremilpersonas trabajando un montón para conseguir el dinero para pagarla. La riqueza individual estaría en retroceso, la social en aumento, y estaríamos ante un mundo que se trasladase más al disfrute del tiempo.

  • Debido a esto, el tiempo de trabajo se reduciría una barbaridad, estableciendo como límite insuperable, y a revisar continuamente por lo bajo a medida que los adelantos tecnológicos mejorasen la rapidez y eficacia de fabricación de las cosas, las cuatro horas diarias en un máximo de cuatro días a la semana.

  • Al no ocupar el trabajo la mayor cantidad de horas del día, nuestras vidas darían un vuelco tremendo porque se podrían generar muchísimas historias más que no tuviesen que ver con el trabajo, o que no fuesen causa o consecuencia de algo relacionado con ello.

  • Tendríamos tiempo para pensar y hacer cosas improductivas, lo que a la vez, en este mundo actual hiperproductivo, hiperestresante y ansiolizante, nos proporcionará respuestas para acabar con este sistema que nos ahoga, y que hoy día resulta a nuestros cerebros imposible imaginar.

  • Los sueldos estarían relacionados con el tiempo que se trabaja y no con la supuesta responsabilidad o importancia o trascendencia de lo que se realiza. Las responsabilidades serían compartidas, y así dejaríamos de simular que una sola persona se puede hacer responsable de tantas cosas. Lo que importa a la hora de cobrar es el tiempo de tu vida que estás cediendo.

  • Lxs niñxs no pagan. Cualquier persona que no trabaje por la circunstancia que sea (edad, enfermedad, incapacidad, etc), no puede pagar, eso es imposible pues supone una simulación en la que hacemos como que alguien que no tiene ingresos puede proporcionar dinero al sistema. Le tendría que pagar otra persona, normalmente los padres, pero, ¿por qué hacer esa simulación? La juventud es patrimonio de la Humanidad, y debería ser costeada por el Patrimonio del trabajo de la Humanidad.

  • Eliminación de la industria armamentística: ninguna pistola ni rifle ni bala ni tanque ni avión de combate será jamás construido. El descenso progresivo de esa industria conllevará a la eliminación progresiva de los ejércitos. El reparto de la riqueza será nuestro ejército y nuestra policía, ya que eso disminuirá la criminalidad, con la que esos cuerpos cada vez serán menos necesarios. En una sociedad más igualitaria las alarmas de seguros serán innecesarias.

  • Aplicando todo esto, podremos rescatar las frases de esa gente que ante las continuas peticiones de “otro mundo es posible” siempre contestaban frases del tipo “la vida es así de injusta qué le vamos a hacer”, “cómo vas a eliminar la propiedad, eso será el fin del mundo tal y como lo conocemos”,“sí, hombre, sin armas cómo vas a defender lo tuyo?”, o “¡sí, claro, pero eso es una utopía!”, y demás lindezas promotoras de la apatía generalizada. Ante eso podremos contestar que la vida no es injusta, la vida la hacemos injusta, y, por tanto, también la podemos hacer justa. Que la propiedad no te da seguridad si el resto no tiene ninguna. Que las armas tampoco te dan seguridad si el contexto en el que nos movemos es de desigualdad. Y que, en definitiva, la utopía se persigue, y, con decisiones concretas, se alcanza y deja de ser utopía y, desde ese nuevo lugar en el que nos situamos, deja ver nuevas utopías antes no imaginadas. Y que así se mejora el mundo, nuestras vidas y las vidas de nuestros hijxs.

 

El camino estipulado

El bautizo cuando aún no piensan, la comunión cuando aún no diferencian la realidad de la ficción, la penitencia cuando no tienen ninguna culpa, la confirmación cuando aún no han descubierto el mundo, el matrimonio cuando empiezan a descubrirlo. ¿Es posible salir sano de este camino estipulado?

El concepto de dios debe ser de los únicos que sólo existen porque alguien, generalmente mayor, nos dice que existe. Imagino que si no nos dijesen que la gravedad existe, o que la policía existe, o que ese muro de ahí delante existe, acabaríamos comprobando en nuestras propias carnes, con el tiempo, al caernos, al ser detenido o al chocarnos, que efectivamente la gravedad, la policía o ese muro existen. Pero si nadie nos dijese que dios existe, podríamos pasar toda la vida sin advertir su existencia.

Si nadie nos hubiera repetido desde pequeños que Dios existe, no existiría.

El mono justo

 

En un mundo de 10 bananas y 10 monos, si un mono se hace con 9 bananas y los 9 monos restantes se quedan con una, no les quedará otra alternativa al resto que vivir luchando por esa banana. En ese contexto, el mono de las 9 bananas no podría ni bajar del árbol, pues nada más que el resto le viese irían a por él e intentarían robarle las bananas. 

Si ese mono de las 9 bananas se detuviese a pensar las consecuencias de sus actos, lograse salirse de la lógica de un sistema que copió del hombre y accediese a repartirlas equitativamente, evitaría el conflicto entre el resto de monos y contribuiría a una sociedad monil más justa y pacífica.  

Por el contrario, si resulta que ese mono defiende que las 9 bananas son fruto de su esfuerzo y que si el resto no las tiene querrá decir que no se habrán esforzado lo suficiente para conseguirlas, entonces habrá que pensar que el mono es gilipollas. Si no es capaz de entender que compartiendo lo mucho que la herencia, el llegar el primero al sitio, o la suerte, le ha proporcionado, desaparecería el conflicto de la sociedad mona, y que incluso él, en esa situación igualitaria, viviría más seguro y tranquilo sin miedo a ser agredido por los monos muertos de hambre, habría que ir pensando en tomar decisiones drásticas como obligarle a hacer algo que esos humanos a los que copia con su comportamiento no frecuentan: ponerse en la piel del otro.

La moneda de quienes no tienen patrimonio se llama TIEMPO LIBRE

 

El capitalismo nos da la oportunidad de trabajar mucho para ganar dinero y así poder pagar para hacer más rápidas las cosas que el tiempo dedicado al trabajo no nos permite disfrutar en su totalidad.

Así, con el tiempo dedicado al trabajo podemos pagar a alguien que nos cuide los hijos o hijas o nos limpie la casa; podemos pagar un coche para ir más rápido al trabajo, y un parking para no tardar en aparcar; podemos pagar a un fontanero que nos arregle la tubería que no sabemos arreglar nosotros; podemos pagar un gimnasio para contrarrestar ocho o más horas sedentarias; podemos gastar en alcohol las penas que no tenemos tiempo a procesar o las alegrías instantáneas de un acontecimiento concreto; podemos pagar rayos uva para conseguir en diez minutos lo que el sol nos da gratis en una mañana paseando; podemos pagar un psicólogo con la expectativa de que nos ayude a digerir nuestro estress, ansiedad o precariedad, y nos convenza de que la situación del mundo no debe afectarnos; podemos pagar las medicinas que arreglarán los achaques físicos y fisiológicos que 5, 10, 20, 30 o 40 años de trabajo continuado nos han provocado. Si fuésemos seres insensibles, con el dinero que ganamos podemos solicitar los servicios de prostitución que nos solucionasen rápidamente nuestras ansias de sexo, y nos ahorraríamos el tiempo que hay que invertir en encontrar y convencer a alguien de que merecemos la pena; si fuésemos delincuentes, con ese dinero podríamos comprar una pistola, con la que mataríamos mas rápidamente a nuestras víctimas que con un cuchillo o con nuestras propias manos; si ganásemos muchísimo dinero, podríamos montar una fábrica de lo que sea en cualquier lugar del mundo aunque contaminase lo más grande. Es decir, el trabajo nos quita el tiempo de vida pero nos da el dinero para hacer con menor aprendizajes y de manera más artificial, más insensible, más rápida y/o probablemente más impactante e injusta para la sociedad y el planeta lo que podríamos hacer nosotros gratis con más tiempo.

Cuando hablo con mi hermana sobre imaginar un mundo en el que el tiempo de trabajo no se llevase tanto de nuestro tiempo de vida suele responder “¿pero qué haríamos con tanto tiempo libre?”. Y lo suele decir con absoluta convicción, como si el ser humano no estuviese preparado para disponer de su tiempo sin darle a la rueda del hamster. Y es cierto que el sistema en el que vivimos, que está inundado de tiempo dedicado al trabajo, nos ha transformado en seres que creen que su único sentido vital es la producción y el consumo: cada segundo de nuestra vida debe tener un objetivo productivo, y si no lo tiene sentiremos en nuestra cabeza la culpita judeocristiana que nuestro contexto de “país constitucionalmente laico” nos ha instaurado en el centro mismo de nuestro cerebro y que ya no se puede extirpar. Así que nuestros días se resumen en que o estamos trabajando, o yendo a trabajar, o preparándonos para trabajar, o estudiando para trabajar, o realizando cualquiera de las otras múltiples actividades que se encuadran en el apartado de “responsabilidades” y que también podrían ser consideradas como trabajo pero por las cuáles no nos pagan. Y, que nadie me acuse de exagerado, que este magnífico sistema también nos deja una pequeñísima porción de tiempo de cada día destinado a nuestro ocio, que cada vez se centra más en actividades de poco esfuerzo físico y profundidad intelectual como “mirar al móvil” y similares, pues llegamos tan cansados a ese momento que bueno, mañana será otro día.

A veces la respuesta está en el viento, y otras veces en la escritura. Al releer los dos párrafos anteriores pienso en solucionarle la duda a mi hermana y contestarle que si el trabajo no lo ocupase TODO, podríamos: cuidar nosotros de nuestros niños y/o de nuestros mayores de manera más tranquila; limpiar la casa y hacer las compras y demás tareas domésticas; dedicar tiempo a aprender fontanería para arreglar nuestras propias tuberías (o aprender carpintería, o electricidad, o ebanistería, o cocina, etc); ir en bicicleta al trabajo, o simplemente pasear en bicicleta o andando o haciendo deporte sin prisas, al aire libre, sin necesidad de intensificar en pocos minutos la carga para aprovechar cada minuto y seguir produciendo; buscar el amor tranquilamente en la vida misma, no sólo en las noches, no sólo en los bares, no sólo en la nocturnidad y/o con las drogas de por medio; cuidarnos a nosotros mismos, vivir más lento de manera que pudiéramos procesar las cosas que nos pasan, permitiéndonos mirar a las musarañas porque no tendríamos el cronómetro amenazando conque como no hiciésemos la cosa improductiva que nos habíamos propuesto hacer AHORA MISMO no podremos hacerlo nunca porque habrá que seguir produciendo para acallar la voz de la conciencia; veríamos el sol cada día y estaríamos morenitos y cargados de vitamina D al no estar encerrados en una oficina; tendríamos más tiempo para comprender el mundo, para no ser engañados por quienes se aprovechan de nuestro poco tiempo libre para contrastar la información; podríamos leer sin esperar al verano o a ese “finde largo que nos permite desconectar”; aprovecharíamos la salud que produce no tener que dedicar tantas horas y años a lo mismo, la fortaleza de una vida activa que nos daría la condición física para planear cosas que hoy en día ni intentamos al llegar exhaustos al fin de semana. Todo esto además del montón de actividades que pueden surgir en un contexto en el que el relato principal de nuestras vidas y de lo que nos cuentan no estuviese centrado en el mundo laboral.

Además, en un contexto en el que el trabajo no se llevase tantas horas, las otras responsabilidades que nos pueden resultar pesadas debido al desgaste con el que las enfrentamos al llegar a ellas tras el fin de una jornada de trabajo, como son los cuidados de otras personas, las responsabilidades domésticas y los imprevistos, serían digeridos con otro ánimo e incluso interpretados de otra forma ajena al concepto de “obligaciones”. Seríamos capaces de ver el aprendizaje que hay en ello, y lo que llena espiritual e incluso físicamente ayudar al resto, ser parte de la comunidad, aprender el funcionamiento de una casa, de un barrio, de una ciudad, de nuestra propia sociedad. Seríamos capaces de escuchar a nuestros mayores, de entender a nuestros pequeños, pero de un ESCUCHAR y ENTENDER con mayúsculas, que el sistema actual que nos tiene corriendo de un sitio a otro no nos permite.

Otro universo vital de actividades que hoy ni imaginamos se abriría paso si esa sola actividad que se llama TRABAJO no ocupase un mínimo de tres cuartas partes de nuestro día despierto. Es indispensable que una política centrada en los problemas de la ciudadanía se base en eso para que la transformación social dé sus frutos: la única libertad verdadera es la libertad de disponer de nuestro tiempo de vida, y en ese aspecto la reivindicación debe ser radical. No podemos conformarnos con reducir una horita al día, debemos ser más ambiciosos, debe ser una reducción drástica que no sólo sirva para tener tiempo para construir un mundo más justo y más saludable para las personas y para el planeta, sino para que nuestras vidas tengan la oportunidad de generar relatos que no estén centrados solo en el trabajo, sino en otros apartados vitales que puedan disponer de más horas al día y que nos dé la oportunidad de generar historias diferentes.

La dirección del mundo, que hoy vemos tan loco en tantos aspectos, sólo se cambia si tenemos tiempo para pensarlo.

No seas facha

 

No eres inmigrante ni negro ni amarillo ni joven ni mayor ni mujer. No eres gay ni lesbiana ni transexual, ni ninguna otra categoría LGTBiQ+. No sufres ninguna situación de vulnerabilidad. No tienes ninguna enfermedad, no eres pobre, no eres de un país subdesarrollado, ni colonizado ni ocupado, ni vives en una ciudad olvidada ni en un pueblo perdido ni en un barrio deprimido. No has compartido habitación, ni has estudiado en un colegio ni instituto público, no tienes necesidad de usar la sanidad pública, no vas en autobús ni tren. No has pasado un verano sin piscina o sin vacaciones en la playa o en la montaña o en el extranjero, no tienes que dar vueltas buscando aparcamiento. No has pasado un gran periodo de tiempo en el paro, no has sentido cómo la cuenta se va vaciando mientras nada va entrando. No sueles cocinar lo que comes ni fregar lo que ensucias, no sabes lo que es vivir de alquiler, depender de un sueldo. Eres blanco, de edad madura, heterosexual, con un trabajo estable y seguro, que vive en un barrio bien y en una casa confortable en propiedad. Has estudiado en un colegio privado o concertado, religioso, al que mayoritariamente van alumnos del mismo espectro social y creencia, tienes seguro privado, tienes coche propio y aparcamiento privado. Estás en un club social con piscina, vas de veraneo a la playa y/o al extranjero, eres socio de un club de futbol, puedes ir a un concierto cuando te apetezca. Estás sano, tu cuenta nunca ha estado en números rojos, frecuentas los bares, puedes comprar cuando quieras comida para llevar, tienes friegaplatos y secadora. Te relacionas con gente que también pertenece a los sectores más afortunados de la sociedad.


Asúmelo. No perteneces a ningún gremio perseguido o empobrecido o aislado o deprimido. Deja de decir que te cancelan, deja de pensar que ya no se puede decir nada, deja de dar pena pues perteneces a todos los estamentos privilegiados existentes, los que han podido decir y dicen lo que han querido y quieren siempre. Eres el protagonista de la inmensa mayoría de películas filmadas a lo largo de la historia, eres el destinatario de la mayor parte de canciones y de noticias de los periódicos. La historia se ha contado siempre desde tu punto de vista. Eres el guionista, el actor y el director de todo lo que vemos, oímos y leemos. Tienes el trono de hierro de la existencia, tu cerebro no se ha dado cuenta aún de que el mundo ha girado alrededor de todas las preocupaciones que alguien con toda la vida resuelta puede tener, ignorando las preocupaciones que la gente sin nada o con poquísimo, o la gente excluida o aislada o deprimida o empobrecida o, en definitiva, oprimida, tiene.


La vida requiere de tiempo para ser vivida y de posibilidades reales de al menos disponer de las necesidades básicas para estar vivo y feliz, y este sistema del que te beneficias sin embargo se esmera en que la gente esté distraída en otras actividades y temáticas que nunca estarán relacionadas con la solución de sus problemas reales. Lidia con ello, reflexiona y hazte mejor persona, más comprensiva con el resto que sufre muchas más dificultades que tú y que no suelen tener hueco en los medios que frecuentas, y que están empeñados en que nada cambie. Pon por delante los problemas de lo que pasa fuera de tu burbuja. Aprovecha que has tenido suerte en la vida para tratar de ayudar a quienes no la han tenido. Apoya a quien reivindica derechos que tú has disfrutado, y piensa en que si sólo los puedes disfrutar tú y la gente que te rodea, no se trata de derechos sino de privilegios. Apoya a quienes gritan por quienes no tienen voz. Reflexiona sobre las principales temáticas que te han importado hasta ahora: el orden y la unidad de una nación sólo importan cuando te acostumbras demasiado a la comodidad que produce tu riqueza. Deja de escuchar, ver y leer a todos los que has escuchado, visto y leído y que te han llevado hasta esos valores. Reflexiona. Ten sensibilidad hacia el débil, sé inflexible contra el fuerte. En definitiva, no seas facha, joder.